La Piña Wiki
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Advertencia: Articulo escrito en primera persona
No sabemos qué impulsó a quien para escribir este artículo en clave de diario personal, pero los artículos deberían estar redactados en tercera persona y en un registro informativo.

Historia[]

1898 - 1939 El inicio[]

Exiled98

Nicolás Guerra Cabrera nació en 1898, en un pueblo de castilla, donde lo único que estaba acostumbrado a ver durante su infancia eran grandes extensiones de cereal, y una buena cantidad de ovejas. Desde pequeño, ayudaba a sus padres junto a sus hermanos Vidal, mayor que él, y Virgilia, la pequeña, en tareas de la vida cotidiana que le resultaban extremadamente aburridas. En 1916 decidió irse de casa y lo hizo sin despedirse más que de su madre y de su hermana, pensando que Vidal y su padre nunca entendería sus motivaciones. En su vaije llegó a Gerona, donde conoció a un grupo de jóvenes hombres buscando su propia fortuna igual que él. Entre todos decidieron ir a luchar junto a los franceses en la Primera Guerra Mundial, alistándose en la Legión Extranjera como reemplazos.

Recibimos un rápido y penoso entrenamiento y ale, a pegar tiros. A mi me escogió para su unidad un capitán llamado Pierre Lemoine, era un tipo majo. Le habían dejado elegir a sus propios hombres, no se porque me escogió, no era el mejor en ninguno de los sentidos, incluso mi francés era penoso. Tras unos meses de combate llegaron ordenes del alto mando, querían que tomaramos la posición enemiga a cualquier coste. Avanzábamos y disparabamos, pero eso no te protegía de las balas ni de los obuses enemigos, y fui herido de gravedad, luché cuerpo a cuerpo con un soldado alemán y aun juraría que aquel tipo era Sigurd, luchamos hasta la estenuación nos herimos en varios sitios. Era una amasijo de carne, no sé ni quién me llevó a nuestra trinchera. Él medico de la unidad pasó horas conmigo. Había perdido gran cantidad de sangre, tenía varios órganos dañados. Pero me resistía a morir. Al día de estar en cama oí una discusión a mí alrededor. Luego sé que me movieron, que me llevaron lejos, montado en algún camión. El medico de la unidad estaba en él. No dejaba de oír su voz,

No se como aguanté tanto. Pero cuando llegué estaba por completo inconsciente. No era capaz de oír absolutamente nada. Salía y entraba del coma, sé que alguna vez hasta comí algo, no me preguntes el qué. Desperté finalmente dos meses más tarde en un Hospital en Burdeos. Aun estaba bastante mal. No pude levantarme de la cama hasta un mes después. Fue entonces cuando vino el medico de la unidad. Estaba allí como paciente, había perdido su mano izquierda. Le conocía de vista cuando estaba con el resto de la compañía. Su nombre era James Hughes, era un medico estadounidense, con él su hermano Charles, tambien doctor. Trabajaba para el gobierno francés aun no sabía para que, pero no estaba en el frente como su hermano pequeño.

Por aquel momento, James, tenía 27 años, recién salido de la facultad, y con toda la experiencia que había obtenido, si no hubiera perdido su mano hubiera sido uno de los mejores cirujanos del planeta. Me hice buen amigo de él y su hermano en el hospital. Me invitaron a que fuera a Estados Unidos con ellos, pero en cuanto me dieran el alta solo quería volver a casa, y si mis heridas me lo permitían, haría lo que tenía que haber hecho en un inicio, ayudar a mi hermano Vidal y a mi padre. Le dieron el alta antes que a mí. Antes de irse buscaron un lugar donde poder hablar sin que nadie nos escuchara y me explicaron que pasó después de que me hirieran.

La misma noche tras el ataque un vehículo con un par de oficiales del alto mando, escoltando al Doctor Charles Hughes. Se llevaron a todos los heridos graves tras el ataque James no iba a dejar solo a tantos de su hombres, James decidió ir con ellos bajo cualquier circunstancia. Al principio se negaron, pero al final Charles agradeció la ayuda para mantenernos vivos hasta dónde debíamos llegar. Nos llevaron bastante lejos de la línea del frente. Era una nave industrial, bastante apartada de cualquier sitio. Allí había camas para todos, aunque los hermanos perdieron a varios pacientes durante el viaje. Según Charles, jefe de aquel proyecto se me inyectó una serie de fármacos, los cuales me deberían ayudar a curarme a pesar de mis graves heridas. Todos menos yo murieron en los dos días siguientes. Y aunque el Charles mantuvo en ese punto al margen al James, este sabía que lo que sucedía allí no era ni mucho menos normal. Con el tiempo James me contaría que su hermano estaba muy desanimado con lo que ocurrió allí, sobre todo conmigo. Al principio estaba muy contento que me mantuviera vivo, pero no me mantenía despierto más de unos minutos. Tras una semana monitoreándome, oyó como discutía a grito pelado con los militares. Hiciera lo que hiciera fue considerado un fracaso. Después James fue devuelto a la unidad, y a los dos días el fuego de artillería le voló la mano mientras intentaba salvar a un chico, la mano voló con aquel chaval.

3 meses más tarde me dejaron volver a casa, no podía mover bien el brazo izquierdo bien, y cojeaba. Antes ya no era buen combatiente, ahora solo era un estorbo. Cuando llegué a casa, padre había muerto por unas fiebres y Vidal estaba comprometido con su novia Maria Eugenia. Madre y Virgilia estaban contentas de tenerme en casa, pero Vidal me tenía cierto rencor. Y mis heridas no solo me hacían un mal combatiente sino un mal trabajador para el campo. Para mi infortunio en otros aspectos parte de la metralla fue a parar a mi cara lo que me hacía en exceso atractivo.

No haber terminado muy bien en la guerra me convertía de alguna manera en el tonto del pueblo. Cojo, disminuido y bastante desagradable a la vista, aunque cada año mejoraba, en el vernano de 1920 pude empezar ayudar a mi hermano y su creciente familia como debía. Y así pasé hasta el año 1922 cuando el pueblo añadió otro personaje más a su típica idiosincrasia, tuvimos nuestro propio maestro. El señor Jiménez un gaditano de 40 años, venía con su mujer y su hija pequeña. Tuve suerte de conocerle, como no podía ayudar para las tareas más duras dedicaba las tardes aprender a leer y escribir con el señor Jiménez, me daba mucha vergüenza, pero sé que fue una buena decisión. Pude cartearme con Hughes, menos mal que él sabía español, aunque no fuera muy bueno.

En 1924 mi oficial superior en la guerra el que fuera capitán Pierre Lemoine, había medrado hasta general durante el transcurso de la guerra y despues de esta. Quería que le ayudara en París, parece ser que era algo relacionado con que habían probado conmigo tras ser herido, y sobre todo con Charles Hughes. Fui a París, encontramos a Charles muerto, su asesino huyó por los tejados de la ciudad, le perseguimos hasta darle caza. Pero fue él que nos dió caza a nosotros, me disparó dejandome mal herido, mató a Lemoine acuchillando una y otra vez su cara. Y me dejó allí, en aquel momento no sabía quien era ese tipo, pero he vuelto a verle muchas veces a lo largo de mi vida se le conoce como Siggurd.

Volví a casa con mi herida de bala, aunque curó bastante bien y rapido. Haberme ido de nuevo no fue algo que a mi hermano le hiciera mucha gracia. Lo que para mi desgracia a comienzos del año 1925 fui reclutado como muchísimos otros para servir al ejercito español, para luchar en Marruecos. Aun tenía mis cicatrices pero extrañamente me alegré cuando el medico me dio el “apto”.

Otra vez instrucción. Esta vez algo más larga y concienzuda que la última. En parte me hacía gracia que fuéramos a combatir de nuevo junto a los franceses. Aunque puede que no viera ninguno esta vez, me sentía mejor con el rifle en las manos. Pude llegar a sargento gracias a ser el mejor en la instrucción. Participé con gran éxito en el desembarco de las Alhucemas recibiendo una medalla por ello.

Estuve destinado en África hasta 1928, licenciado con honores a los 30 años. Casi fue un regalo de cumpleaños. Volví al pueblo, la gente no me reconocía tras 3 años fuera de casa. No era un hombre pequeño y herido como el que se fue. No se parecía en nada al chico que se fue a África ni al que se fue a Francia. Aunque seguía pareciendo un jovenzuelo, no se parecía en nada a como era 10 años antes. Al igual que ahora no me parezco al que volvió de África.

Por ello al volver la gente del pueblo no me reconocía. Apenas madre, mi hermano y mi hermana. Al volver tenía sobrinos tanto por parte de mi hermana como mi hermano. Hermenegildo y Marta, por parte de mi hermano y por parte de mi hermana Águeda y Francisco. Al igual que la última vez Virgilia y Madre me recibieron con los brazos abiertos. Y mi hermano, no. Al menos ahora podía ayudarle pero vivía en la casa de Virgilia. Por las tardes seguía yendo a casa del señor Jiménez, ya apenas pasaba tiempo como alumno con él sino como un buen amigo.

Fueron 6 años bastante buenos. Estuve saliendo en secreto con la hija del Benancio, el dueño del bar del pueblo, pero no fue nada serio, al final terminó casándose con Rafa, el hijo del Paco el corto. Seguí carteándome con el Dr. Hughes, había montado una consulta en Nueva York. Según me contaba le iba muy bien, no me extrañaba era un gran medico.

Como todos saben, a finales de Julio del 1936 la guerra civil estalló en España. Casualidad o destino yo estaba en Madrid con el señor Jiménez. Este había ido a visitar a su familia y me invitó a acompañarle, para que conociera la Villa y vi como la sublevación fue detenida en la capital. Tan rápido como pudimos el señor Jiménez y yo intentamos obtener noticias del pueblo los que habíamos dejado allí. Fueron varios dias aciagos, pero supimos que estaban en una zona tomada por los sublevados. Aun no se porqué pero me presente voluntario para luchar junto a las fuerzas republicanas, creo que pensaba que era la mejor forma de llegar hasta mi familia, pero me equivocaba.

Al ver que era un soldado experimentado me dieron una unidad de novatos. Luche junto a ellos en el asedio a Toledo, en la batalla del Jarama, en la del Guadarrama. Empecé a granjearme la reputación de soldado legendario. Incluso los rusos me enseñaron a pilotar un avión, para ver si era tan bueno en tierra, como en el aire. Reconozco que fueron los mejores momentos de la guerra, pero preferí volver a mi unidad, prefería sentír el suelo bajo mis pies. En la batalla del Ebro la manera en que pronunciaban mi nombre cambio de alguna manera, decían que no había hombre que pudiera detenerme. Y en cualquier combate El Sargento Guerra, no decepcionaba. Por meritos en combate en Enero de 1938 llegué al rango de Teniente. Me separaron de mi unidad como era la costumbre en este tipo de casos. Debido a mis meritos como soldado legendario se me asignó a la guardia de lo que quedaba del gobierno en la “Posición Yuste”. Cuando al final llegaron los nacionales, cogí a un grupo de hombres e intenté lanzar un ataque para dar más tiempo a que los lideres del gobierno pudieran escapar.

Con el tiempo he sido consciente de mi propia muerte muchas veces, estan apuntadas, pero la primera con toda seguridad fue aquel año, aunque creo que llegue a morir durante aquel experimento en la guerra mundial. En el ataque que realizamos contra los nacionales, varios disparos de máuser acabaron con mi vida, dos fueron al pecho, uno al cuello. Sentí como las fuerzas me abandonaban. Pero desperté varios días después. Estaba donde caí, nadie se había molestado ni por mí cadáver ni por el de mis hombres. No sabía porqué estaba vivo, pero lo estaba. Donde había recibido los disparos había cicatrices. En medio año ya no estaban.

Cogí mi rifle, aun tenía algo de munición y me dispuse a ponerme a salvo a mí mismo. Acabé con un par de hombres por el camino. Llegué a un pequeño pueblo costero. Aun estaba medio controlado por los republicanos, y digo medio porque estaban subiendo a los barcos de los pescadores y abandonando España. Casi sin pensar me uní a ellos. Me miraban raro al ver toda la sangre sobre el uniforme. Algunos me reconocieron, pero de alguna manera estaba como catatónico, tuvieron que encargarse de mí como si fuera un niño.

Durante toda la guerra siempre intenté saber cómo estaban mis hermanos y mi madre. Pero no conseguí noticia alguna durante aquellos años y hasta el fin de la dictadura no pude contactar con ellos.

Nos llevaron a Francia. Allí estábamos hacinados en campos de refugiados. Pude mandar una carta al Dr. Hughes para pedirle ayuda. Una semana después estaba allí de nuevo conmigo en tierras francesas. Consiguió arreglar los papeles para llevarme a Estados Unidos con él.

Antes de ir a Norteamérica, le conté lo que pasó al final de la guerra. Por un lado se mostró muy preocupado cuando le conté lo de mi muerte, luego surgió el científico, y sintió ante todo curiosidad. Pero ante todo James Hughes era mi amigo y al llegar al nuevo país lo primero que hizo fue llevarme a su casa y presentarme a su familia. En cuanto me quede solo con su mujer lo primero que hice fue disculparme por las molestias que pudiera causarla. La familia de Jim, como le llamaban en casa era encantadora, parecía sacada de un folleto. Una guapa mujer, Isabelle, un hijo de 12 años llamado Michael y otro de 8 llamado Thomas, y como guinda para el pastel un pequeño perro llamado Spot. Intentaba ayudarles en lo que podía e intentaba aprender tan rápido como podía el idioma, no se me daba mal.

Soy persona de campo, y ahora que no trabajaba me sentía inútil, como cuando estaba herido. No veía queja por parte de ninguno de los Hughes pero quería buscarme una vida propia y saber lo que les había pasado a mis hermanos y a mi madre. James me hacía muchas pruebas para saber lo que me había pasado al final de la guerra, estaba seguro que tenía que ver con el momento en el que nos conocimos. Pero su hermano había muerto en París a manos de un asesino alemán, con el que fuera nuestro general. Sus pesquisas decían que el proyecto que realizaba para los franceses había sido cancelado tras fracasar. Aunque yo viviera y cómo vivía, decía que no fue un completo fracaso.

Cuando James iba a trabajar yo dedicaba mucho tiempo a pasear y a conocer la ciudad. Conseguí un trabajo de estibador en el puerto, se me daba bien, no había prácticamente ningún compañero de trabajo que pudiera trabajar tanto como yo. Aunque ciertamente era un trabajo horrible, sobre todo porque había ciertos tejemanejes con una banda de irlandeses. Controlaban los sindicatos, por lo tanto quien trabajaba y quien no. Creo que en parte tuve suerte, me dejaron entrar por eso de que era europeo. Y cuando vino uno de sus matones y hice que los demás se lo pensaran dos veces. Pero aunque yo no tuve ningún problema hubo otro que si los tuvo. Se me revolvieron las tripas al verlo, pero James me aconsejó “mantener un perfil bajo”.

Dedique ratos libres a vigilar a aquellos irlandeses. Tenían todo un entramado de extorsiones, robos e incluso creí ver que terminaron por cargarse a alguien. Por la noche le contaba a James lo que veía, él me escuchaba con mucha atención, normalmente asentía. Otro hubiera dicho que me alejara de ellos pero como diría él, “si alguien puede cuidarse solito eres tu, viejo amigo”. Quizás por ello me propuso algo, lo expuso como si fuera parte de un experimento para saber lo que me pasaba.

Me consiguió un uniforme militar en uno de los fines de semana en los que seguía yendo con la guardia nacional. Dada su situación solo iba a echar una mano en la enfermería, permitidme la broma. También se apropió de una mascara de gas y me dio su pistola de oficial, una Colt M1911. Yo le di mi toque y le puse las insignias de mi viejo uniforme. Desbarataríamos esa banda de Irlandeses.

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Exiled durante la Segunda la Guerra mundial.

Cogimos su nuevo coche, se lo había comprado hace poco y le había costado su buen dinero. Fuimos al local donde se reunían y él me sacaría si la cosa se ponía fea. Entraría por arriba. El edificio contiguo estaba muy cerca de donde estaban aquellos maleantes. Me sentí raro al recorrer los pocos metros que me separaban del coche al portal del edificio. Entré intentando no hacer ruido. Lo estaba haciendo como cualquier operación, pero estaba nervioso, por mucha fama que yo tuviera siempre tenía mi escuadra o mi compañía cubriéndome la espalda. Y eso me reconfortaba.

Llegué a la azotea sin problemas. Fui hacia el lado donde estaba el otro edificio. Al ver la caída que había, no me pareció que estuviera tan cerca. Me faltó poco para echarme para atrás. Pero busque el mejor lugar para saltar y lo hice. Casi me caigo y hubiéramos sabido si lo de la guerra civil era una locura mía.

Llevaba la pistola pero solo quería usarla como ultimo recurso quería detenerlos, no matarlos. Hacerles saber que ya no tenían el control obtener pruebas. Me movía despacio descendiendo esperando que nadie me viera. Hasta la entrada del piso donde estaban. Por el sonido estaban en alguna partida de poker. Abrí golpeando la puerta y pistola en mano, más por intimidar que por otra cosa. Rodé por el suelo y me acerqué al primero de ellos. Le golpee con todas mis fuerzas se tambaleo cayendo en la mesa y todas las fichas salieron por el aire. Golpee al siguiente y al siguiente. Hasta que oí la señal de que las cosas iban bien. Las sirenas de la policía, Hughes les llamaría en cuanto empezaran los golpes. Antes de desaparecer dije algo.

<<Recordad, ahora os vigilo, os controlo. Yo soy, Exiled.>>

Corrí escaleras abajo y entré al coche. Tenía tanta prisa que lo hice por la ventana y no por la puerta. James pisó el acelerador a tope. Y en cuanto nos alejamos a los dos nos entró una risa tonta ante lo que habíamos hecho. Al día siguiente apareció la noticia en los periódicos. Y volvimos a reír ante las insistentes preguntas de Isabelle, callamos como dos niños, entre pilluelas sonrisas.

Seguimos haciendolo y mejoramos con el tiempo. Con el dinero que ganaba como estibador me compré una moto. Una Harley Davidson Knucklehead, soy fan de esas cosas desde que me monte por primera vez en esta. Actualmente lo que quede de esa primera moto estará en el fondo del Hudson.

Esperaba con ilusión cada vez que salía como Exiled. Poco a poco mejoraba mi manera de actuar. James actuaba como apoyo alguna vez. Pero la mayor parte de las veces me ayuda a investigar, no quiero ponerle en peligro. Antes no se le daba mal disparar, pero de eso hacía ya más de 20 años y tenía sus dos manos. Mientras mandaba cartas a casa pero no obtenía respuesta, miraba continuamente las últimas fotos que tenemos los 3 hermanos juntos, nos la hicimos en las ultimas fiestas del pueblo en las que estuve. Ahora es una de muchas fotos que miro sobre la gente que he dejado atrás.

1940 La Segunda Guerra Mundial, los Men of Tomorrow[]

Nueva York estaba bien, fue genial la lucha callejera. Pero en mi vieja Europa la guerra se recrudecía. Había visto lo que las tropas alemanas eran capaces de hacer, y no me podía quedar quieto. Tenía que ayudar, hacer lo que fuera, fuí a Inglaterra acompañado por el doctor, en aquel año parecía que los ingleses luchaban solos contra toda Europa. Allí pudimos contactar con viejos oficiales franceses exiliados, que a su vez me pusieron en contacto con los ingleses, ante los que me presenté como Exiled nos tengo ni pajolera idea de como convencimos a aquellos tipos de que podía ser útil. Pero pronto tenían una misión para mi, debía infiltrarme en Alemania y hacer fotos de una instalación que querían volar. Fue cuando conocí a Edward David Seccord, más conocido despues como el primer The Cloud, y el que sería dentro de los Men of Tomorrow uno de mis mejores amigos. Era un piloto loco y el perfecto para tirar a otro loco en paracaidas en mitad de Alemania.

Tras un pequeño enfrentemiento aereo sobre francia Seccord pudo hacerme llegar a mi objetivo, me tiré en paracaidas a 20 km del lugar al que debía llegar, en una zona que la inteligencia inglesa consideraba poco vigilada. Avancé por los bosques sin ser descubierto, y llegue cerca de la base, allí la cosa estaba mucho peor. Con sigilo eliminé a un par de centinelas para acercarme más y comencé a hacer las fotos. Cuando estaba terminando una patrulla me sorprendio, porque tuve que comenzar a luchar con ellos. Los disparos alertaron a todo le mundo, y al hombre que los lideraba, Sigurd. Huba a larta persecución por la zona, iba eliminando a todo soldado que se me puso por delante, alguno me hirió, pero había pasado por cosas mucho peores, hasta que me encontré con el rubio de los &&%$*Ç. Recordaba su cara de cuando le hizo esa barbaridad al general, hacía mucho que alguien no me plantaba cara seriamente la pelea fue larga y dura, conseguí quitarle su luger y le metí un tiro con ella. La primera vez de muchas que he matado a ese tio. Dos semanas más tarde llegué al punto de recogida.

Fue la primera de muchas misiones para los britanicos y los enfrentamientos con Sigurd siguieron, por su parte Hughes venía a Inglaterra verme siempre que podía, pero siempre le insistí que tenía que encargarse de su familia.

WIP

1945 - 1954 El trabajo sucio[]

Próximamente

Hasta 1998[]

Lo ocurrido en el 54 cambió todo, nada es ni será igual. Y antes de que sucediera lo que cambiaría mi vida ya estaba decidido. Era un angel, mi propio angel, mi camino hacia el cielo si alguien como yo lo

Ellen

Ellen, mujer de Nicolás Guerra

merece. Ellen, mi salvación llegada desde Munich. La conocí en el 45, aun era prácticamente una niña pero tenía una entereza, una fuerza que no he visto en nadie, y maldita sea según muchos pertenecí al grupo de gente más poderosa que ha existido nunca.

Me casé un mes después de lo ocurrido en el 54, ella tenía 25. No tenía secretos para ella y a pesar de que la costó acepto mi "peculiar" habilidad. Aunque para mí persona educada en viejas tradiciones no podía permitir que fuera su abultada hacienda la que me mantuviera. 3 años más tarde acepté un trabajo de viajante, vendiendo para una fábrica de cuchillos. Intenté buscar algo mejor, pero en un intento de no defraudarla la mentí, no la dije que era eso a lo que me dedicaba. Cuando se enteró me obligo a dejarlo, en parte me alegro odiaba ese trabajo, prefiero una jornada de 14 horas como estibador, que un solo minuto haciendo eso.

Ese no fue el único problema durante el final de los años 50, intentabamos tener un hijo y ella no se quedaba embarazada. Si no fuera que nos frustraba reconocería que tuvo su buena parte de diversión, porque no solo era mi ángel, era mi diosa.

A pesar de la diferencia real de edad era ella la que cuidaba de mí como si yo fuera un crío, un adolescente perpetuo, con ella lo era. Más tarde me consiguió trabajo en una empresa que organizaba cacerías para ricachones, pensaba que así me acostumbraría a estar con la alta sociedad. Cuando tenía que preparar el lugar y no tenía que aguantar a ningún cliente era un gran trabajo, pero no aguantaba a los clientes. Aunque cualquier queja que pudieran tener de él era acallada de un simple y certero disparo.

Lo bueno de aquel trabajo es que podía estar mucho tiempo con Ellen, yo vivía para ella para mí dejo de existir cualquier cosa que no fuera ella. Y quizás aquello ayudó a que en 1963 consiguiéramos aquello que tanto deseábamos, íbamos a ser padres. Fueron unos meses increíbles, pero todo lo bueno se acaba y la manera de acabarse esto fue de las peores. Al sexto mes de embarazo abortó, no recuerdo las causas medicas, pero también la provocó una hemorragia a ella, casi les pierdo a los dos el mismo día. Tras aquello estuvo en cama durante un mes, y los médicos la dijeron que sería totalmente imposible que tuviera hijos. Durante varias años después de eso pensé que no hubiera sido tan malo que los franceses hubieran realizado aquellos experimentos para crear medicamentos en base a mi habilidad. Quizás mi hijo estuviera vivo ahora.

Desde aquel suceso yo intentaba cuidarla más que nunca, hacía todo lo que ella quería, sin rechistar ni protestar. Pero aun así la notaba resentida conmigo, ella envejecía y yo siempre me mantenía igual. Hasta la perdida del niño no lo veía como algo malo pero creo que tras eso, sentía celos o no lo se, que no podía sentir lo mismo que ella. No tengo ni idea pero la veía resentida y que yo me mostrara siempre complaciente a veces la calmaba y otras veces la enfadaba más. Creo que buscaba una escusa para divorciarse de mí. Pero yo la quería había abandonado la vida que conocía por ella, y lucharía para que funcionara Así pasaron los años, con altibajos. Pero el tiempo estaba jugando en mi contra, sobre todo cada vez que ella se miraba al espejo y luego me miraba a mí. Yo no cambiaba, era igual que el hombre que conoció cuando apenas tenía 16 años en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. Me lo reprochaba sin llegar a decírmelo directamente. Pero yo seguía aguantando, seguía peleando.

A principios de 1974 ella se desmayó en plena calle. Fuimos al medico, la diagnosticaron un cáncer de hígado. Estaba avanzado y no la quedaba mucho de vida, no más de un mes. No me había sentido más impotente en mi vida, tengo conocimientos básicos de medicina, lo suficiente para parchear a un hombre durante el combate pero aquello era algo muy diferente. Durante un par de días no quería levantarse de la cama, y de repente un día se despertó y no paró de hacer cosas. Viajamos a París, a Londres, a Atenas. Estaba viviendo en aquel tiempo más que yo en 66 años. 1 mes más tarde se sentía siempre demasiado cansada, dejamos de viajar y volvimos a Munich. Murió en casa en la tarde del 4 Septiembre de 1974.

Gaste un dineral en su funeral, era alguien conocida y querida en su ciudad y fue mucha gente. Fue la última vez que usé mi identidad estadounidense, hice contacto con alguien que conocí de la inteligencia francesa y me creo una nueva identidad falseando los papeles de mi hijo no nato, en parte me parecía cruel y en parte muy adecuado. Cogí mi última Harley, vendí todas las propiedades de Ellen

La carretera fue mi hogar durante 16 años, tenía mucha rabia que tratar, lo que más quería en el mundo no estaba, los Men of Tomorrow prácticamente olvidados de los que solo quedaba una nueva organización que prácticamente solo ensuciaba su nombre los Sons of Tomorrow, según las noticias Dupont y Morgensten los lideraban, oí que se estaban estableciendo en Rawalpindi, pero no solo eso, realizaban ataques contra inocentes. Dudé si debía ir a por ellos, recordarles lo que debían estar haciendo, pero solo podía pensar en Ellen y grandes cantidades de alcohol y peleas de bar me bastaban para mitigar el dolor no pensaba en cosas más grandes. Hoy me arrepiento no haber ido a por ellos en aquel momento, quizás uno de los mayores errores de mi larga vida, sino el mayor.

En 1989 la carretera me había devuelto a España tras una corta visita a los descendientes de mis hermanos estaba en algún bar de mala muerte ya no se ni por donde. Ya no buscaba tanto la pelea pero no la rehuía un par de camioneros idiotas se quisieron meter con el chiquillo de la moto, no recuerdo el lugar pero si que eran murcianos. Dejarles lloriqueando en el suelo fue sencillo, llamé bastante la atención y mientras a la mayor parte de los tertulianos no le hizo mucha gracia un chaval de unos 19 años la apludió, era un cabeza hueca en parte un reflejo de lo peor que podía dar la juventud de aquel momento. Intenté ignorarle, pagué mi cuenta y me fuí tan rápido como pude, lo que no le gustó mucho a la moto la cual decidió romperse tras unos cuantos kilometors, ella soportaba los años peor que yo. Comencé a empujar la vieja Harley pero poco más tarde aquel chiquilllo estaba allí, me había seguido en su Seat Panda, no paraba de hablar y decir estupideces pero sabía algo de mecanica y pudo hacer un apaño para que la vieja pudiera llegar hasta la siguiente población por su propio pie, no fue hasta casi cuando nos fuimos y tras preguntarle varias veces cuando supe su nombre, Bruno. El chico me ofreció su casa para pasar la noche mientras reparaban la moto, no les era fácil encontrar recambios para una Harley. Me estuvo insistiendo todo el tiempo que dónde había aprendido a hacer aquello a esos camioneros murcianos, mi respuesta fue algo como "Hago pesas" o algo así, aquella frase le obsesionó.

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